En La Toma, Suárez, Cauca, zona rural del Pacífico colombiano, la guadua se convierte en violines para crear ecos sonoros de las memorias de la selva y de las historias de la herencia africana.

Africanos en cadenas llegaron a América para ser esclavizados; cubiertos de unos pocos trapos y despojados de casi todo lo que les pertenecía por derecho propio.
Lo único que nunca quitaron fue su esencia cultural, que llegó para quedarse y trascender a lo largo de la historia de un continente multiétnico.
Los cuerpos maltratados por el sol, el látigo, las cadenas, la injusticia y desesperanza conservaban en su espíritu, corazón y razón la magia indeleble de su identidad, que poco a poco fue aflorando en la música y la danza; en instrumentos hechos a mano y en movimientos liberadores, acompañados de cantos feroces e incansables.
Cuenta la historia que, durante la colonización, esclavos en las sombras observaban artefactos y costumbres de sus captores. Entre esos artilugios nuevos para sus sentidos, resonaba elegante el violín de fabricación europea.
Entonces, echaron mano de lo que tenían a su alcance para hacer su versión. Usaron cortes precisos de Guadua angustifolia (como lo nombran en la ciencia), una especie de bambú colombiano conocido en la región como caña brava; y crin de caballo, que serviría para emular las cuerdas de aquel violín extranjero.
La creación aportó una enigmática vibración sonora a la narrativa musical de los ancestros, hoy vigente gracias a la lucha de hombres y mujeres que hacen honor a sus raíces, interpretando fugas y torbellinos que cautivan a las nuevas generaciones.



Los violines caucanos ahora son libres, como las voces que riman con su melodía. Y siguen naciendo en manos de artistas, como es el caso del maestro Yovani Mina, fiel al protocolo de fabricación que le enseñaron los mayores, en su taller artesanal en las montañas de Suarez, Cauca.
Él hace la tarea completa: fabrica los instrumentos, los ejecuta y comparte sus saberes con miembros de su comunidad. Especialmente con los más jóvenes, baluartes para que la historia perdure intocable en los años que llegan.
Junto a él, Auroras del Amanecer, agrupación musical de violines caucanos, mantiene las tradiciones de los ritmos de la selva y los cantos que recuerdan historias de lavanderas, trabajadores, dignidad, resistencia, orgullo. y fe.



Este conjunto de músicos empíricos ha recorrido un largo camino para conquistar a muchos con su música ancestral. Gozan del reconocimiento en su entorno natural, inspiran a nuevos intérpretes y se preparan todos los años —en un espacio comunal construido con guadua— para participar en el Festival Petronio Álvarez, realizado en Cali, Colombia, hace mas de 28 años, el evento afro más gran de América.




Cuando Auroras del Amanecer está en el escenario principal del festival interpretando el violín creado por el maestro Mina, lo que suena es la esperanza da las comunidades afrocolombianas que han resistido a la violencia de grupos al margen de la ley, el desplazamiento, la indiferencia del Estado, la intervención de multinacionales mineras interesadas en extraer minerales de sus tierras y las carencias sociales que los obligan, muchas veces, a buscar otros horizontes.



Un agradecimiento especial a la empresa RED+ Electric por hacer posible este reportaje.